llega el otoño, y con él, los primeros fríos, los primeros microbios. Las primeras fiebres. Como si nada hubiese pasado, el día llega y él, contento pregunta si van a ir a ver los trenes. Le encantan. No no, no es esta exactamente la palabra, le apasionan. Le preguntas, "que vols ser de gran?" " txu-txu- jejej " y mueve las manos explicando que será maquinista. Mi rey de la mímica. Parece que se pasan diferentes las fiebres si no estas con él, y te enteras a la mañana siguiente, " va estar amb febre, 38.5 - ara está bé" y suena lejano. Casi se agradece, levantarte por la mañana y no pensar que pasaste la noche en vela porque tuvo fiebre y porque estarás todo el día pendiente de si volverá a tener o no, suena raro pero es gratificante un día de descanso.
El sol está radiante, la verdad, creo que será un día de esos, otoñales, tranquilos, sin muchas preocupaciones, donde la brisa corre, y donde las fiebres pasan, sin más, como el que se toma un té y sin darse cuenta ya pasó. Si todo fuese tan sencillo.
Ya llego el otoño, los primeros fríos con las primeras lluvias, los primeros días de cole y los microbios que hacen acto de presencia, después de un verano tranquilo.
Miramos las fotos de la vacaciones, y me pregunta cuando volveremos allí " a les vacances "- li dic - i fa "ohhh" jajajjaja que lejos quedan ya los días de verano.
Tan lejos el verano y el inicio del curso me recuerda que detesto esta ciudad, en la que año tras año nos ponemos malos.